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Neftalí Agrella, a la ciudad y al mundo

Neftalí Agrella, publicó su primer poema hace 110 años. Agrella tenía 19 años y vivía en Mejillones. El poema se tituló “Proclama. Urbi et orbi”. De acuerdo a la Biografía del autor, escrita por Roberto Lehnert, el poema es una invitación a “descubrir la naturaleza, a observar la creación, a multiplicar el bien, a buscar la belleza y a cantar a Dios, al Sol y al Orbe” (19:2016). Una constante en la vida del autor. Toda su obra estuvo orientada hacia la búsqueda de la belleza y la perfección. Su peregrinaje fue incesante. Lo hizo inicialmente, leyendo a partir de los 8 años y en sus primeros escritos en el seno de su hogar. Agrella no conoció a su padre ni terminó sus estudios. Vivió en Valparaíso, donde experimentó hambre y frío. Además del maltrato de sus tutores. 

Volvió a aquella aldea costera tan recordada: Mejillones, ciudad que le rindió tributo nombrando la Biblioteca local con su nombre. Trabajó, desde los 11 años en la Maestranza del FFCC Antofagasta-Bolivia en Mejillones. Pero nunca dejó de leer, reflexionar, imaginar, buscar la belleza y la perfección. Fue un lector voraz, lo que le permitió alcanzar un nivel de conocimiento superior. Sus áreas de interés le permitían navegar entre los aparentemente leves y calmos vaivenes de la poesía, pasando por la pintura y su paleta de colores, la fotografía y su arte, el folclore y sus dimensiones regionales, el cine local e internacional y la sabiduría propia de la literatura japonesa. 

Neftalí era un hombre culto y sumamente informado. Su autoformación se basó en lecturas de poesía nacional e internacional, en revistas francesas, norteamericanas, europeas, en cientos de libros de variada índole y origen. Lo anterior, sumado a su permanente y obsesiva inquietud e interés por publicar, lo transformaron en un escritor prolífico. Lehnert señala que “escribía todo el tiempo”. Cientos de poemas, cuentos, manuscritos, reportajes, recortes de diarios, atesorados por el Fondo Literario Agrella, y que impulsó la publicación de su biografía, son la mejor evidencia de los incesantes e innumerables esfuerzos y arrebatos creativos de Agrella. Leía y escribía en forma feroz, alejándose de esta forma de las distracciones y vicios mundanos de la época, y por otra acercándolo a la reflexión continua y permanente del mundo, la naturaleza, el mar, el paisaje, la realidad y los problemas sociales de su época. 

Agrella es incomparable. Un escritor apartado de los ismos, pero claro al señalar que era imaginista y vanguardista. Era inigualable tanto en estilo, elegancia, como en el multiforme cuadro artístico-literario que logró retratar en sus textos. Fue Agrella quien inauguró la publicación de libros en Mejillones, transformándose en un pionero. Publicó en decenas de revistas en Antofagasta, Valparaíso, Villa Alemana, Santiago y Temuco. Fue reseñado y comentado por diversos críticos literarios, quienes en algunos casos lo hicieron desde la odiosa vereda del centralismo y el racismo. Publicó en El Mercurio de Antofagasta, en La Nación, en Las Ultimas Noticias, entre tantos otros periódicos. Creó o tuvo participación directa y protagónica en la fundación de más de 20 instituciones, entre revistas, periódicos, clubes, academias, editoriales, asociaciones, movimientos y agrupaciones gremiales. Creó el Cine Club de Chile y una academia cinematográfica, quizás empujado por la necesidad de recursos y sobradamente blindado por sus amplios conocimientos en el campo del cine, explicados por sus viajes a Buenos Aires y las lecturas especializadas en la materia. Se dice que fue el fundador del lirismo cinematográfico en Chile. 

Agrella, no cabe duda, fue un adelantado. Por ejemplo, en el plano intelectual, fue el promotor, en la década del 40, de crear el Instituto Indigenista de Chile, replicando el proyecto mexicano; inauguró movimientos como el Momentaneísmo y el Ultimatismo. En el plano literario, al parecer fue quien introdujo los Hai Kais (poesía japonesa) al país, innovó en escritos sobre cine y quizás se adelantó a Nicanor Parra al describir a New York como “La gran ciudad que tiene la libertad petrificada” ¿Antipoesía? En el plano político-social, realizó una fuerte crítica al régimen soviético Stalinista, fue un ferviente defensor del bienestar y la protección social de artistas. Por ello fundó confederaciones, asociaciones y el Sindicato de Escritores de Chile (1945). 

El aporte intelectual y literario de Agrella es invaluable. Su campo de acción parece infinito. Transitó una y otra vez, tal cual un espiral sin fin, desde la publicación de poemas, cuentos, la edición de revistas, corrección y traducción de textos en inglés, la escritura de argumentos cinematográficos, la elaboración de sainetes (pieza teatral breve, jocosa-popular), haikais, hasta la creación de academias y clubes. En jerga moderna, fue un emprendedor: fundó editoriales, desarrolló programas, cursos de literatura y cine, creó una librería. También vivió el fracaso: vendió periódicos en calles santiaguinas en momentos de cesantía y necesidades. Y sobrevivió a duras penas a los elitistas y centralistas círculos artísticos y literarios de la Capital. 

Agrella fue un escritor introvertido, reservado, con un particular mundo interior, lo que no le impidió explayarse en cuanto tema de interés le apeteciera. Fue un escritor que expresaba en su poesía, de cierto modo, su reclamo y queja interior. Ser poeta es un gran dolor, señora, escribió. Dolor que no inhibió impregnar de belleza su arte. Desde esa trinchera escribió quizás el más bello poema dedicado a Mejillones. En Valparaíso consolidó su espíritu revolucionario, igual que el escritor húngaro Zigmond Remenyk, que el año 1929 publicó el libro “Los Juicios del Dios Agrella”. Obra que ha sido rescatada por Cristian Olivos y fue lanzada hace unos años atrás en Valparaíso. 

Remenyk seguramente conoció el carácter rabioso y doloroso de la pluma de Agrella, quien escribió: “Es necesario que yo escriba y grite, y ruja mi dolor, que es el dolor de tantos. Es necesario que yo cante e increpe sin lloriqueos de poeta cursi, sin snobismos revolucionarios…Hay que increpar como ciudadano, tanta mugre moral, tanta inconsistencia” (27:2016). 

Lamentablemente, y él mismo lo advirtió, “…quien hace caso de lo que dicen los poetas!!” Pocos o nadie. Pero que importa Neftalí, porque la poesía tal como la rosa, parafraseando a Silisius, es sin por qué, florece porque florece, no le importa si es mirada. Tu poesía aun florece.


 
 
 

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